El poder de la imaginación

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El Pasmoso poder de la imaginación



Mi método de dirigirme a los miembros de mi gabinete imaginario variaban, de acuerdo con los rasgos de carácter que yo estaba más interesado en adquirir en aquellos momentos. Estudié todo lo que se sabía de sus vidas, y lo hice con minucioso cuidado. Después de algunos meses de haber empleado este procedimiento nocturno, me sentí asombrado al descubrir que estas figuras imaginarias se convertían en aparentemente reales.


Cada uno de estos nueve hombres desarrolló características individuales que me sorprendían. Por ejemplo,  Lincoln tenía la costumbre de llegar siempre tarde, para luego entrar de una forma solemne donde era esperado. Siempre llevaba una expresión de seriedad en el rostro. Raras veces le veían sonreír. Eso no era cierto en lo que se refería a los demás. Burbank y Paine se enfrascaban a menudo en conversaciones burlonas que a veces parecían conmocionar a los otros miembros del gabinete. En cierta ocasión, Burbank llegó tarde. Al hacer su entrada, apareció lleno de entusiasmo y explicó que se había retrasado debido a un experimento que estaba realizando, y con el que confiaba poder hacer crecer manzanas de cualquier clase de árbol. Paine se burló de él, recordándole que fue precisamente una manzana la que dio lugar a todos los problemas existentes entre el hombre y la mujer. Darwin intervino cordial, y sugirió a Paine que se dedicara a vigilar a las serpientes pequeñas cuando acudiera al bosque en busca de manzanas, puesto que aquéllas tenían la costumbre de desarrollarse hasta convertirse en serpientes grandes. Emerson observó: «Si no hay serpientes, no hay manzanas», a lo que Napoleón afirmó: «¡Sin manzanas, no hay Estado!».


Estas reuniones se hicieron tan realistas que incluso llegué a temer sus consecuencias, y, durante varios meses, dejé de convocarlas con tanta frecuencia. Las experiencias eran tan extrañas que temía que, de continuar así, pudiera perder de vista el hecho de que tales reuniones no eran más que puras experiencias de mi imaginación. Esta es la primera vez que he tenido el valor de mencionar mis reuniones. Desde entonces me he mantenido en silencio con respecto al tema, porque sabía, a partir de mi propia actitud con respecto a estas cuestiones,
que sería malinterpretado si describiera mi experiencia insólita. Me he visto obligado ahora a verterla en la página impresa porque me preocupa menos el «qué dirán» de lo que me sucedía en los años que han transcurrido desde entonces.




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